Recientes investigaciones neurológicas confirman que la movilidad y la destreza en la motricidad fina, sobre todo en la mano, puede estimular el desarrollo celular en el cerebro, y así reforzar la base física del pensar. El trabajo realizado durante los últimos setenta y cinco años en cientos de escuelas Waldorf en todo el mundo, donde desde primer grado se aprende a tejer antes de aprender a escribir o manipular números, también ha demostrado su eficacia en este sentido.

Los especialistas en dificultades de aprendizaje señalan que «La capacidad para programar un acto motor, muestra una estrecha relación con la lectura».

Porque se enseña a tejer en las Escuelas Waldorf

Los niños mantienen las agujas en ambas manos, asignando a cada mano su respectiva actividad, estableciendo asi de inmediato “la Lateralidad”, así como también el control del ojo sobre la mano, logrando desde el principio un grado de control sobre su voluntad.

La mano derecha debe introducir una aguja en el lazo de hilo que está en la aguja izquierda, logrando en el proceso atar un nudo. Sólo un constante control de la mano puede lograr tal hazaña, por lo que el poder de concentración se transforma en el despertar, de hecho, no existe otra actividad realizada por los niños de siete u ocho años de edad que puedan evocar este nivel de atención.

Mediante el uso de diferentes colores y diferentes cantidades de filas el maestro fomenta a través del tejido la atención de los números y la flexibilidad en el pensamiento. Como los niños aprenden más de aritmética, los profesores pueden elaborar modelos que requieren dos filas de azul, seguido de cuatro hileras de amarillo seguido de seis hileras de azul, etc. De esta manera se refuerzan las habilidades numéricas, pero de forma agradable.

Toda esta formación ayuda a la concentración, logrando fortalecer «la voluntad de enseñar a pensar». Y esta habilidad es la que permitirá a los niños lograr la capacidad de resolución de problemas en años posteriores.